Fanzineo en Fat Bottom


La cultura underground de una ciudad -entendiéndose underground por publicaciones, eventos y sujetos independientes fuera de la corriente comercial masiva- bien puede medirse por la cantidad y calidad de los fanzines que se crean o que habitan en la misma.





En este sentido, encontrarse con librerías como Fat Bottom en Barcelona es una alegría. En su reinauguración el pasado 13 de diciembre exhibieron tal cantidad de preciosidades únicas en su especie que fue realmente difícil escoger solamente lo que mis 10 euros me permitían. Por hay que decir que algunos fanzines se han puesto a un precio muy exquisito, amigos. Supongo que tiene que ver con el hecho de que cada vez son menos “fanzines” y más “libros de autor” o, simplemente, libros autoditados. El tema de grapar cuatro fotocopias y venderlas a casi precio de coste no satisface a los autores/as, ni tampoco al público, dicho sea de paso. Las imprentas digitales, que permiten excelentes calidades a todo color por la mitad de precio de lo que lo hacían antes son, en parte, responsables junto al ingenio de muchos y muchas que, a veces con muy poco, son capaces de mostrar un impresionante contenido. Sin embargo, aunque los costes se hayan reducido, las aspiraciones se han multiplicado, con lo que puedes llegar a ver volúmenes por 8 y 10 euros, cargaditos de cosas, eso sí. Muchos tienen una calidad inmejorable que ya desearían muchas editoriales a ese precio pero lo que por debajo de los 5 euros se convierte en compra compulsiva, por encima se convierte en inversión y me cuesta más, en cuanto a voluntad, entregar mi sucio dinero. Y no estoy hablando de la maldita crisis, que yo recuerde, siempre he tenido el poder adquisitivo que te otorga un contrato de media jornada en una cafetería de barrio con unas propinas lamentables.



Todo esto es lo que pienso mientras voy manoseando algunos ejemplares como si pudiera asimilar tanto el mensaje como la tinta a través de la piel, sintiéndome frustrada por aquellos que están tan súper bien envueltos que es imposible ni adivinar cómo son por dentro. Salí a la calle. Sin alejarme mucho de la puerta de la librería. Me fumé un pitillo rodeada de gente desconocida pero que se conocía entre sí y volvía entrar con mi billete de 10 euros quemándome en la mano. Como si el humo de ese pitillo fuera el incienso de un oráculo que me indicara mágicamente cuáles eran los mejores fanzines que podía comprar esa tarde.





Escogí estos tres ejemplares con tres temáticas muy diferentes:

Los Temblooores. Somos los mejores.

El sobre contiene un fanzine-magazine con las novedades de Chin-Chin Records, un cd
audio de Los Temblooores y dos pósters, uno en papel de servilleta. Además viene de Pamplona, que me parece de lo más exótico.

El Naufragito nº66, dedicado a La Muerte.

Que un fanzine tenga tantos números - y el 66 no era el último ya que tiene fecha de 2005 - me hace pensar que sus autores tienen una voluntad férrea por hacerlo y que estoy tocando algo legendario. Todos sabemos qué es lo que pasa cuando haces algo en colaboración con muchos, no voy a hacer sangre con esto ahora. Además me recuerda a estilos como el de Lateralvisión (Valencia) y,un poco más lejos, a Hermano Lobo (tocad el enlace, que he encontrado todas las publicaciones de esta revista colgadas en la red)


Oiga, Mire. nº3.

Me apetecía leer un historia. Algo de ficción. Así que escogí las melancólicas narraciones de Javi de Castro. Aunque la imagen de portada me parece un poco, cómo lo diría...sosa, el contenido cumplió con mi objetivo. Devoré con mucho gusto las 5 historias enseguida, en el metro de vuelta a casa.

Colgando el abrigo recordé algunos cuadernillos que había tenido en la mano y que no había podido llevarme, esas punzadas, así que volveré. Espero que con las propinas de este mes pueda llevarme algo igual de suculento a mis estanterías.




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