Crónicas de una librera afanzinerada. ¿Por qué cuando entras en una librería no encuentras todo lo que buscas?
Hoy
voy a tratar de explicaros por qué cuando vais a una librería
seguramente no encontréis todo lo que buscáis.
Este
tema se me ocurrió el día en que por enésima vez alguien me
respondía ah, pensaba que esto era una librería!, cuando a su
pregunta sobre un determinado título yo le decía que no vendíamos
ese tipo de libros. Y es que no tener un libro no significa no vender
otros.
La
mayoría de los que leeréis estas líneas a buen seguro sabréis
diferenciar, reconocer y entender que haya librerías generales y
librerías especializadas, pero el resto de los mortales a veces no
concibe que en una librería haya solamente varios tipos de libros o que
directamente no los haya. Y sé de lo que hablo, porque algunos
incluso entran sin diferenciar una librería de una biblioteca.
Libros
hay muchos y la posibilidad de tenerlos todos en un reducido espacio
es prácticamente imposible así que cuando alguien decide abrir una
librería desde el inicio tiene bastante claro qué tipo de libros va
a querer ofrecer. Una selección personal, más o menos acertada,
pero muy personal al fin y al cabo.
Ser
librero implica leer mucho, de otra forma sería imposible hacer
buenas recomendaciones, pero no confiéis en que todo lo que cae en
nuestras manos lo leemos. Si nos dedicáramos a leer todo no
podríamos gestionar la librería, y no tendríamos vida. Esperad,
que esto último ya sucede :)
Aceptando ya de entrada las limitaciones de espacio, físico, y de tiempo, para dedicar a lectura, la configuración de cada una de las librerías va tomando forma.
Aunque esto sea una biblioteca, esto es lo que realmente sucede cuando cerramos las librerías (Proyecto Reanimation Library) |
Aceptando ya de entrada las limitaciones de espacio, físico, y de tiempo, para dedicar a lectura, la configuración de cada una de las librerías va tomando forma.
¿Y
cómo toman forma? pues muy fácil: en primera instancia sois
vosotros, los clientes, quienes configuráis la selección con lo que
compráis. Y, sobretodo, con lo que no compráis.
Nosotros
hacemos una selección, investigación, búsqueda y ponemos a vuestro
alcance lo que creemos que os podría gustar, lo que creemos que
podríais necesitar. Si acertamos, estupendo, tenemos una línea abierta para
trabajar, y crecer. Si erramos, hay que reaccionar rápido, pues
aquí hay poco margen de error.
En
mi caso, por mi (de)formación profesional, sé de arte,
arquitectura, algo de fotografía y bastante de moda, y me resulta
agradable rastrear las novedades, los fondos editoriales y me
encuentro cómoda aconsejando o recomendando. En diseño, por otra
parte, he ido aprendiendo sobre la marcha a base de ir preguntando a
cada diseñador que me he encontrado por el camino, os doy las
gracias a los que me estéis leyendo.
Pero
jamás hubiese podido salir adelante si no hubiese sido porque mi
clientela conversa conmigo pacientemente y les pregunto qué
necesitan, si el libro que se llevaron les gustó, o acertaron con el
que regalaron. Vosotros sois la clave, además de la razón de ser de
la librería.
A
veces, por mucho que uno quiera, hay cosas que no salen, ni a tiros.
Ni en años. Y justo en el momento en que lo quitas aparece alguien
echándolo de menos. Es así, la ley de Murphy. De hecho, creo que
debería implantarse como técnica de ventas: hacer como que lo
retiras, lo devuelves, pero en realidad está en el almacén
esperando el rezagado que te pregunta por el libro de color azul, con
letras rojas, blanco y pequeño que había allí.
A
veces, hay que reconocer que lo que a ti te gusta no le gusta a los
demás y hay que cambiar de actitud. No es necesario tirar la toalla
sobre el tipo de libros que quieres vender, sino ir poco a poco. Yo
confío en lo que llamo “educar la vista”: poner a
disposición del público un montón de publicaciones diferentes, que
seguramente no habrían visto antes, y acostumbrarlos a que cada vez
que vengan sea eso lo que encuentren. Para lo demás, Mastercard.
Y
es que, como leí hace poco pero no me apunté la autoría de la
frase (sorry): una buena librería no es aquella en la que encuentras
los libros que quieres leer, sino los libros que no sabías que
existían.
En
segundo lugar, pero no menos importante, un tema que termina
condicionando que determinadas publicaciones no estén en una
librería es la distribución. Creedme si os digo que a veces, por
mucho que quieras, no hay manera de traer un libro, o revista en mi caso. Es
agotador el tiempo empleado a veces para nada.
Suele
ser fácil hacer pedidos: llamas o escribes un correo. Normalmente
recibes respuesta sobre disponibilidad o stock. Y habitualmente
llegan libros en condiciones.
Pero
qué pasa cuando nadie responde, nadie te atiende y nadie te informa.
Pues que no hay libro en la librería.
Muchas
veces buceas en los mares de grandes distribuidoras en busca y
captura de títulos para enriquecer el fondo y lo que obtienes es
silencio. Muchas veces recibes los pedidos por partes, sin saber
cuándo recibirás el resto. Y qué me decís cuando siempre llegan
cubiertos de polvo, con etiquetas de precio que ya deberían haber
sido quitadas.
Como
comprenderéis no podemos estar siempre pendientes de reenviar ese
mail no contestado, de preguntar cuándo llegará lo que pedimos y
por supuesto tampoco podemos estar limpiando libros que otros
deberían haber evitado que se ensuciaran. Hacemos un montón de
cosas a lo largo del día: teléfono, pedidos, mails, facturas,
polvo, cajas, devoluciones, clientes, comerciales... no podemos
recibir un pedido en condiciones, darlo de alta y ubicarlo en las
estanterías sin más preocupaciones? ¿Es mucho pedir? ¿En serio?
Pues cuando esto sucede una y otra vez, terminas por no trabajar, o lo haces lo justo, con quien tan mal servicio te está dando. Porque al fin y al cabo, cuando mejor van las cosas es cuando hay interés y seguimiento por ambas partes.
Algunas
editoriales directamente dejan de tener distribución en la ciudad,
te dejan colgada a pesar de tener demanda, pero luego van a vender
directamente a escuelas, universidades o ferias locales, y encima
haciendo ofertas que jamás de los jamases verías en una librería.
A eso lo llamo yo reírse en tu cara porque una no puede dar el
servicio, solamente dar excusas, pero ellos se llevan la venta,
reventando precios y menospreciando nuestro trabajo.
Será
lícito, pero moralmente cuestionable, porque sin servicio, perdemos
clientes. Y sin clientes, no hay librerías.
Mi
última rocambolesca situación ha sido la de no poder traer una
revista por no querer abrir una cuenta con la distribuidora, que me
pedía aval bancario y 110 euros +iva de apertura para traer 5
ejemplares de una revista que sale 2 veces al año. La alternativa
era ir un kioskero y pedirle el favor que me las trajera para mí
para poder venderlas, pero claro, el kioskero lo que quería es esa
clientela, y con razón. Así que yo me pregunto ¿Por qué tengo que acudir a un tercero? ¿Por qué la solución
tendría que ser derivar allí a mis clientes? ¿Por qué no renegociar las
condiciones? ¿Por qué impedir la venta en un sitio y obligar a que
se haga en otro que no tiene demanda?
Esta
inflexibilidad o escasa adaptabilidad a las nuevas formas tanto de
trabajo como de venta, y de atención al cliente, está convirtiendo
en una auténtica pesadilla la tarea de especializarse y
diferenciarse.
Una termina preguntándose si al final sirve de algo.
Una termina preguntándose si al final sirve de algo.
Pues si, sí que sirve.
Sirve
para que en este país haya librerías, y sitios donde se venden
libros.
Sirve
para que haya especialización, diferenciación y calidad en el
trato, en el servicio, en la atención al cliente. Cariño y
dedicación por nuestro trabajo, porque nos lo tomamos muy en serio.
Sirve
para que cada uno vaya donde debe ir cuando busca una determinada
publicación, libro o revista, sabiendo que será allí, y no en otro
sitio, donde la encontrará.
Sirve
para que, al final, triunfe la calidad y no la mediocridad.
Libros suspendidos a la entrada del Museo de Arte Moderno de Estambul |
0 comentarios :
Publicar un comentario